Trailer




miércoles, 20 de abril de 2011

Sinopsis de Marcelo Panozzo




Los hermanos Levy toman una premisa sencilla pero muchas veces olvidada: retratar un mundo que conocen bien (una sedería propiedad del padre de ambos, el "Negro" Levy, ubicada en el barrio porteño de Once), y tratar de hacerlo atractivo para gente que lo conoce menos o que directamente lo desconoce. El mundo que enfocan es el de un grupo de hombres que no son soldados ni ingenieros, no son un equipo de fútbol cinco ni un conjunto de cómicos, sino que son vendedores. Vendedores de telas, para más datos; de telas de calidad para vestidos de fiesta, telas que jamás vestirán ellos mismos y que sin embargo venden como leones a legiones de novias, madrinas y cumpleañeras que peregrinan por la calle Azcuénaga en busca de un poco de glamour. La cantidad de paradojas de la descripción está vastamente multiplicada, y eso es lo que le da encanto a la película, centrada en un único espacio. Eso y sus protagonistas, los vendedores de sedería, una especie en extinción cuya tarea es más arriesgada que la de los soldados, más precisa que la de los ingenieros, más desgastante que la de los futbolistas y, sin dudas y a pesar de todo, más divertida que la de los humoristas.

The Levy brothers take a simple idea, nonetheless, often left aside: to depict a world they know well (a silk shop owned by their father, “Negro” Levy, located in the City of Buenos Aires neighborhood named Once) and try to make it attractive for people who know very few of the neighborhood or don’t know it at all. The world they focus on is that of a group of men who are not soldiers or engineers, they are not a soccer team nor a group of comedians, but they are salesmen. Specifically, they sell fabrics of high quality for party dresses, fabrics that they will never wear themselves. However, they enthusiastically sell fabrics to legions of brides, bridesmaids and birthday girls who wander around Azcuénaga street looking for glamour. The whole of oddities of the description is extensively reproduced, and this is what flavors the movie, where everything happenson a single location. That and its main characters, the silk salesmen, an extinguishing breed with a task at handmore hazardous than that of soldiers, more precise than engineering, more exhausting than soccer playing and, without hesitation and above all, funnier than comedy.

Critica de Quintin

Una película sin explotación étnica, sin mentiras y sin un argumento de ficción inflado y arbitrario. Esta es una película absolutamente seca, que no intenta nunca elevarse por encima de un proyecto modesto, preciso y firmemente sostenido en la coherencia. Al principio, uno se pregunta qué hace ahí, entre esos personajes que no son viejos, pero parecen resabios de una Argentina de hace por lo menos treinta años, el tiempo que dura la sedería donde las costumbres permanecen inalterables. Si el patrón es un amargo al que solo le gusta trabajar, los empleados son increíbles: el psicótico cantor, el jugador, el religioso, el aburrido. No hay nada moderno en ese ambiente, ni tampoco nada folclóricamente judío, a pesar del barrio y del apellido del dueño: otro de los méritos de la película es que no incurre nunca, como la de Burman, en el costumbrismo ni el cliché. Resulta realmente meritoria. Sin pretensiones, sin camelos, este nuevo caso de documental exhaustivo y serio se las arregla para hacernos ver que hay otras culturas en Buenos Aires, por fuera de la estridencia tinelliana y la monserga juvenilista. A su modo, lo que los hermanos Levy están mostrando es un modelo de resistencia, de fidelidad a uno mismo.

Critica de Diego Papic

Una sedería del barrio del Once, que se confunde entre tantos locales parecidos, alberga a cinco personajes que vale la pena conocer. El Negro Levy es el dueño, cascarrabias y mal llevado, y están también sus cuatro empleados: el fanático de los Beatles, el loco con ínfulas de cantor, el adicto al juego y el evangelista. Todos trabajan con Levy hace más de veinte años, los cinco comparten su vida, se pelean, discuten, se amigan y se vuelven a pelear. Novias – Madrinas – 15 años es un documental muy simple -quizás demasiado, dirían sus detractores- pero tremendamente efectivo. La cotidianeidad del negocio, los yeites en la venta de cada uno, su relación con las clientas, está retratada con una intimidad de cámara oculta. Y las entrevistas a cada uno, con cámara fija y una tela de fondo, son rigurosas y sencillas. Una película chiquita y adorable.

Critica de Emiliano Basile

Pablo y Diego Levy nos adentran en el universo de una sedería del Once en Novias – Madrinas – 15 años (2011), pero no para retratar la historia de los telares y su multiplicidad de texturas, sino la relación de cada uno de los personajes que conviven diariamente en ése hábitat tan particular. Los directores ubican la cámara en la sedería de su padre “El Negro” Levy, un comerciante del Once especializado en el rubro de las telas para vestidos de fiestas, que cuenta con cinco empleados, todos unos personajes en sí mismos. La película se basará en la descripción de cada uno de ellos y la relación que se fomenta entre ambos.
Con mucho sentido del humor, los directores estructuran su documental poniendo el acento allí donde lo particular de cada personaje sale a la luz. Y es en esa suerte de espacio común, donde estos personajes comparten diez horas diarias de su vida formando una extraña familia.

Relaciones de hermanos, de abuelo-nieto, de padre-hijo, de compadrazgo, se fomentan cotidianamente casi sin proponérselo y el documental se regodea de ello. Los directores no hacen más que presentar a cada uno de los personajes, inclusive su padre, con sus dones, sus dramas y su sentido del humor, siempre sobre una tela especial de fondo, dándole la textura y el color a la personalidad de cada uno de ellos.

Novias – Madrinas – 15 años se sostiene en la figura de cada uno de los protagonistas. El jefe, el loco, el jugador, el abuelo, el asistente, el compañero, son algunas de las tantas tipologías que adquieren los personajes en el arte de la venta de telas al convivir mutuamente. Como diría Moisés Khabie: “Acá soy Ricardo, es mi nombre artístico, en la vida real soy Moisés”.

martes, 19 de abril de 2011

Critica de Diego Brodersen

Novias-Madrinas-15 años logra pintar un universo más amplio, más abierto a los ecos y reverberaciones de la vida. Y ello a pesar de no salir de un local de pocos metros cuadrados en la calle Azcuénaga. Los hermanos Diego y Pablo Levy encararon un proyecto en apariencia sencillo: retratar el ritmo cotidiano en la sedería de su padre, una típica casa de telas del Once. Lejos del aguafuerte judío de Daniel Burman en El abrazo partido, el documental presenta a un grupo de hombres de cierta edad –el mayor ronda los noventa años– haciendo lo que vienen haciendo desde hace décadas: vender telas a mujeres deseosas de ostentar un vestido a medida en alguna ocasión especial.

En apenas sesenta minutos y entrelazando las entrevistas a cámara (las mejores telas del negocio de fondo) con el registro de charlas, ventas y momentos de distensión cotidianos, la película recrea un mundo que podría estar desapareciendo, en el cual el anecdotario e incluso los modos del habla aparecen como algo anacrónico. Novias -Madrinas-15 años no es una película ambiciosa, pero es precisamente en esa supuesta carencia donde los realizadores encuentran la mayor de sus virtudes. Concentrados en los sujetos que tienen delante de la cámara, evitando cualquier tipo de ornamentación estilística, encuentran dos o tres momentos de luminosa verdad.

Critica de Diego Batlle

Los hermanos Levy filman la cotidianeidad de la sedería del Once que desde hace décadas maneja su padre. Con testimonios a cámara (fija) tanto del patrón -de fuerte carácter- como de los viejos empleados (todos personajes bien porteños, con facetas hilarantes, al borde del patetismo, pero finalmente bastante queribles), y con imágenes que muestran la relación que establecen con los muy diversos clientes que llegan en busca de telas para sus vestidos de fiesta, el dúo construye una pequeña y simpática película, de esas que se ven con agrado y no tienen pretensiones de trascendencia.